Esta semana nos ha dejado uno de
los grandes de nuestro cine: Alfredo Landa. Una de esas noticias que te apenan,
que todos compartimos en las redes sociales y comentamos con nuestros
allegados. Eso significa que esa persona ha marcado, en cierto modo, tu vida.
En los últimos días se han hecho
muchos homenajes y repasos a la vida de Alfredo Landa, yo no pretendo hacerlo,
pero sí me gustaría reflexionar sobre lo que fue Alfredo Landa para los de mi
generación.
No viví la posguerra, ni siquiera
la transición, sin embargo, lo más maravilloso que podía ocurrir una tarde de
invierno en casa, cuando no tendría más de 6-7 años, es que pusieran una peli
de Marisol, Joselito, Paco Martínez Soria o Alfredo Landa. De repente se hacía
el silencio en el salón y toda la familia, abuelos y abuelas los primeros, se
acomodaban en el sofá con el paquete de pipas para ver a aquel “macho ibérico”.
En ese momento no entiendes que
tipo de cine es, sólo ves, que los personajes de Landa son muy graciosos, que
la diversión está asegurada y que te despierta una cercanía como si fuera
alguien familiar. Creo que mis primeros recuerdos playeros pasan por los paseos
que Landa se daba en las playas de Benidorm en la pantalla, con las suecas y
compañía, y ahí descubrí la importancia del inglés, ¡porque nunca se enteraba
de nada! Ahí estaba Alfredo, representando al español, que casi podía darse
hoy, intentando comunicarse con gestos y con expresión, que de eso sí que
sabemos mucho los hispanos. “Typical Spanish”, ese cine que tanto dicen que nos
ha dañado, pero que en cuanto a la importancia que ha podido tener dentro de la vida de los
españoles creo que no lo supera nadie.
Los años pasaban y nunca nos
olvidamos de Alfredo Landa, con sorpresa lo recibimos en Lleno por favor, una serie de tv del año 1993, como el mítico Don Pepe,
dueño de la gasolinera y que tantos buenos ratos nos hizo pasar. Se le veía su
categoría porque llenaba la pantalla cada vez que aparecía, por eso al
enterarnos de su muerte muchos nos hemos acordado de Don Pepe, además, de aquel
bajito que siempre la liaba en la playa.
Para nosotros, Alfredo Landa es
el del cine de antaño y el de estas series, que eran garantía de éxito con su
nombre en el reparto.
Posteriormente, ya en la carrera
descubrí que ese fenómeno que ocurría en casa: “Que ponen una peli de Alfredo
Landa” se conoce como “landismo”, no podía ser de otro modo y que fue un actor
que supo cambiar de registro, porque eso es ser un gran actor, el que se adapta a TODOS sus papeles, no hay que avergonzarse
de nada y con todo construyó una gran carrera: El verdugo, Los santos inocentes…
Por suerte siempre que lo veamos
en pantalla nos despertará una sonrisa y diremos, ¡Alfredo Landa!, la misma que
se nos dibujó al verlo de nuevo en tv en Los
Serrano. Entonces nos daremos cuenta de que aquel “macho ibérico” que
representaba la marca “typical spanish”, es uno de los mejores embajadores que
nuestro cine puede tener. Por vivir del cine toda su vida y sobre todo por hacernos
soñar, en las épocas más oscuras y en las más prósperas, porque esa es la magia del cine y de los
buenos actores.
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